13 ago 2011

La Herencia Valdemar, José Luís Alemán (2010)

[VERSIÓN AUTOMÁTICAMENTE TRADUCIDA. ORIGINAL EN GALLEGO]

Una versión oscura y adulta de La herencia de tía Ágatha, con referencias del Cluedo, al más puro estilo Hasbro, -que no, no patrocina este film- nos abren las puertas a una extraña agencia inmobiliaria, en cuyo interior encontramos casi tantos misterios como en la vieja Mansión de los Valdemar.

Encontramos una cinta “privada”, en el sentido estricto, en el que ninguna institución pública ah puesto un solo céntimo para su producción. Admirablemente pionera, por tanto, por la calidad de la misma, habida cuenta el presupuesto (13 millones de euros), que se repartió en una soberbia fotografía (excelente vestuario, decorados muy cuidados y un atrezzo meditado), un amplio y reconocido elenco, los necesarios efectos digitales, las localizaciones y, claro está, el catering final!

Desglosando:

El conjunto visual deja una honda huella en el espectador, ya que logra una simbiosis exacta y minuciosa del vestuario, la localización y el decorado (tanto en la narración contemporánea cómo en la historia que narra la Doctora Cerviá [Ana Risueño]) que no puede más que meternos de lleno en ese océano decimonónico, romántico y , quiera Lovecraft o no, británica y melanolicamente insular. Y es entonces cuando el gag a Bram Stocker -hijo de una acérrima feminista de su tiempo- cobra sentido alrededor de estas ideas, y más concretamente en la escena donde la Marquesa Beatriz [Ana Bullón] y Leonor [Laia Marull] se sientan en el jardín, case calcado de la conversación entre Mina Murray [Winona Ryder] y Lucy Westenra [Sadie Frost] en el patio en Drácula, de Bram Stocker.

El soberbio elenco (donde las caras conocidas no faltan) tira del ajustadísimo presupuesto para presentarnos a Daniele Liotti, Óscar Jaenada, Laia Marull, Silvia Abascal y Francisco Maestre en una teatralmente buena interpretación (¡Que se note de donde vienen!). En un discreto plano, a modo de bajo continuo, necesario pero casi desapercibido vemos a Ana Risueño, Vanesa Suárez, Santi Pliego, Luis Torrijo o Jesús Olmedo entre otras y otros.

Norma Ruíz (Cuéntame cómo pasó, Yo soy Bea) o Rodolfo Sancho (MIR; Hospital Central) no consiguen salir de los papeles a los que nos tienen acostumbrados, y no convencen. Debe destacarse negativamente la conversación entre los personajes de ambos actores (en la oficina) donde los movimientos de la actriz madrileña chirrían al límite.

Por otra parte, lo que más llama la atención positivamente del film -en conjunto con la fotografía- es la estudiada iluminación (que viene de la más expresionista alemania) que refuerza la inmersión en el ambiente.

La historia, en sí, tiene un curioso pero acertado enfoque, en el que se nos introduce en el “misterio Valdemar” en el año 2008, a partir de personajes que nada tendrán que ver con el flashback que constituye casi todo el resto de la película. Con la voz narradora de la Doctora Cerviá [Ana Risueño] se nos introduce en una minuciosa y cuidada historia, casi sin mácula, excepto los efectos digitales, que quedan bastante desfasados. No se puede decir lo mismo de la primera historia -la contemporánea- que Ana [Norma Ruíz] y Eduardo [Rodolfo Sancho] fuerzan con una calidad interpretativa baja, abriéndole paso a una Silvia Abascal (en el papel de Luísa Llorente) que comienza preguntándose si “¿agua?” de una manera muy poco profesional, pero que ganará cuando la tasadora abandone su loft.

Estrepitosas son algunas secuencias, en su mayor parte las realizadas digitalmente, o la caracterización de Maximillian [Eusebio Poncela] que no por malas y esperpénticas deslucen el resto del film. Encontramos en afincados y -dados por supuesto- buenos directores como el respetadísimo Álex de lana Iglesia, cuyos payasos trompetistas siguieron fieles los pasos de Valle Inclán, varias críticas positivas, y ninguna tan hiriente el poco profesional como las que atacaron a esta Herencia Valdemar, claro ejemplo de éxito personal de los equipos artísticos y técnicos -y sus productoras y distribuidora- por apostar por el caballo sinpadrino ICO, pero que supo llegar a la meta en una posición digna, sin necesidad del remolqueacadémico.

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